Si hablamos de malas rachas, 36 años sin un Mundial ha sido definitivamente una de ellas. Pero terminó y los peruanos no hemos dejado de pensar en el fútbol. Cabe preguntarse entonces: ¿Por qué disfrutamos tanto al ver un partido? ¿Qué nos impulsa a ir una y otra vez al estadio?
Que nuestro equipo anote un gol o que salga victorioso activa en nuestro cerebro el neurotransmisor dopamina, que desencadena una sensación de placer. A la par también entran en acción las hormonas endorfinas y adrenalina, lo que aumenta la vigilia y atención, y como centro de estas reacciones está la amígdala cerebral. Lo sorprendente es que estos mismos procesos cerebrales ocurren cuando la persona está enamorada, asevera Néstor Gálvez-Jiménez, neurólogo de la Cleveland Clinic Florida (EE.UU.). Por lo tanto, se podría
decir que la pasión por el fútbol es como un enamoramiento que no termina.
Para el especialista, el principal responsable de gran parte del disfrute al ver un partido es el placer que desencadena la dopamina. Es por esta sensación agradable que uno busca repetir una y otra vez la experiencia. “El cerebro como órgano espera y cambia la conducta de la persona para seguir haciendo aquellas actividades que producen placer. Además, el hecho de que esta actividad sea intermitente, aumenta la expectativa y hace que la persona se condicione más para buscar con ahínco este tipo de actividades”, explicó a El Comercio Gálvez-Jiménez.
Todos en la cancha
La publicidad suele decir que cuando la selección juega, juega todo el Perú. Puede que eso no esté tan lejos de la verdad.
De acuerdo con el neurocientífico Daniel Glaster, del King’s College de Londres (Reino Unido), cuando se mira un partido se activa en el cerebro la zona responsable de hacer que el cuerpo se mueva, a pesar de que uno puede estar inmóvil.
“Simulamos los movimientos de los jugadores como si los ejecutáramos nosotros mismos para poder predecir mejor y, de hecho, ver mejor y anticipar mejor lo que están haciendo”, dijo Glaster al portal BBC.
Es como si el hincha estuviera en la cancha jugando. Es más, Gálvez-Jiménez señala que el espectador experimenta un aumento de adrenalina y de hormonas de estrés probablemente al mismo nivel o mayor que el del jugador profesional.
El estrés se da ante situaciones adversas y provoca un estado de alerta; es decir, los sentidos de la persona están más sensibles y el corazón bombea más rápido para generar más energía. Al no haber peligro durante un partido, el cuerpo necesita descargar toda esa potencia extra.
“Tú no sabrás qué hacer con la energía extra producto del estrés, de alguna forma la tendrás que sacar de tu organismo. Es probable que te muevas de un lado a otro o que patees algún objeto cercano, pero algo vas a hacer porque tu cuerpo está en alerta, en turbo, listo para atacar o huir. De ahí vienen reacciones como gritar e insultar”, comentó a este Diario Jhonatan Astucuri, neurocientífico de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH).
Este especialista opina que la empatía que los hinchas logran desarrollar hacia los deportistas puede reafirmar la pasión futbolera.
“Tú generas más empatía con las personas más cercanas a ti, como la familia, o con aquellos que te hacen tener ese desprendimiento de dopamina. Si los jugadores están generando esa respuesta placentera, el espectador va a tener un lazo estrecho con ellos, cierto nivel de complicidad”, considera Astucuri.
Mayor unidad
Más es mejor
Cuando se mira un partido con amigos o familiares se experimenta la liberación de la oxitocina, hormona que ayuda a crear unión y compasión.
Un solo sentir
Según el neurocientífico Daniel Glaster, el sistema emocional de los espectadores se conecta durante un encuentro de fútbol. Por lo tanto, la emoción tiende a expandirse.
Fuente Diario El Comercio