La selección peruana de fútbol disputará los dos encuentros más importantes de sus últimas décadas frente a Nueva Zelanda y el análisis de los especialistas y la opinión pública aborda desde lo estrictamente futbolístico hasta el clima de Wellington y también incluye un aspecto esencial: la mente del futbolista nacional.
El fútbol es un deporte de alta competencia y para el éxito en la práctica de este se requiere la convergencia una condición atlética y talento innato para el dominio de la pelota. Sin embargo, la ciencia ha encontrado evidencia contundente que apunta a que en el dominio del juego intervienen factores cognitivos concretos.
Sumatoria de elementos
“Lejos de ser algo tan simple como dar patadas a un balón hasta que este se cuela en la portería, el fútbol es una compleja actividad humana en la que participa todo el cerebro”, señalaba hace un año Ignacio Morgado Bernal, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona.
En un artículo que escribió para el diario español “El País”, el especialista sostenía que la práctica del fútbol tenía un alto grado de complejidad debido a que en esta “participa todo el cerebro”.
Así, la corteza motora del lóbulo frontal planifica los movimientos que el deportista llevará a cabo en cada jugada. Esta misma región analizará qué secuencia de movimientos es la más adecuada para la realización de esta y enviará esta información a los músculos que ejecutarán dicha orden.
Al mismo tiempo, otras partes del cerebro brindarán toda clase de información sensorial como la visión del campo, los sonidos de este y el estado del cuerpo. Por su parte la corteza prefrontal, responsable de los procesos cognitivos más complejos, dirigirá racionalmente a la corteza motora; mientras que el cerebelo se encargará de equilibrio y estabilidad espacial del sujeto.
Lo llamativo es que, según Morgado, cuando la práctica intensiva convierte a la actividad motora en hábito, la corteza cerebral cede en parte su lugar a los ganglios basales e incluso el cerebelo. Esto hace que lo que antes fue un proceso más racional, pase a convertirse en un reflejo y genere los que muchos llaman “automatismos” individuales.
“Funciones ejecutivas”
La función ejecutiva es un concepto de introducción relativamente reciente en el campo de la neuropsicología que engloba aspectos como el control inhibitorio, la memoria del trabajo y la flexibilidad atencional.
Llegando a un terreno menos técnico, en el mundo del fútbol se trata de un elemento importante porque está estrechamente relacionado con la respuesta diversas situaciones que pueden surgir dentro del juego y la capacidad de reaccionar a estas de forma creativa e inmediata.
El Instituto Karolinska de Suecia realizó un estudio en el que encontró una clara correlación entre las funciones ejecutivas y el talento para esta disciplina. A lo largo de varios años, los jugadores más destacados de la primera y segunda división sueca fueron analizados en función de su rendimiento.
Se llevó un conteo de los goles y asistencias de cada deportista, además de otras acciones de juego que fueron sumadas en un marcador global. Paralelamente, estas personas fueron sometidas a pruebas de funciones ejecutivas, resultando que los mejores futbolistas habían sido también los de mayor rendimiento en las pruebas cognitivas.
En pocas palabras, los futbolistas destacados están muy bien preparados a nivel neuropsicológico para responder a los eventos cambiantes de un partido y encontrar soluciones para los problemas que este les puede llegar a plantear.
Obviamente, la investigación consideró factores como la posición del deportista y su edad, pero dichos resultados siguieron siendo consistentes con el hecho de que los futbolistas destacados se encontraban por encima del promedio de la población en cuanto a este grupo de habilidades.
“Podemos imaginar una situación en la cual las pruebas cognitivas de este tipo se convierten en una herramienta para desarrollar nuevos y exitosos futbolistas”, dijo Torbjornson Vestber, psicólogo que participó del estudio. “Sin embargo, probablemente hay un componente hereditario que puede ser desarrollado con entrenamiento”, añadió el psicólogo.
Práctica
A estas alturas, es claro que la capacidad física, cognitiva y talento innato son elementos que convergen en el buen futbolista, pero la experiencia también tiene un rol fundamental. Sin embargo, la práctica también puede potenciar estos elementos.
“(...) Es posible que algunos jugadores tengan más capacidad que otros para mejorar con la práctica sus habilidades innatas”, explicaba Ignacio Morgado.
Un ejemplo puntual y controvertido es el de Andrés Mendoza, antiguo delantero de la selección peruana que fue víctima de una ola de críticas desmesuradas luego de errar clamorosamente una ocasión de gol en un encuentro frente a Ecuador por las Eliminatorias para Alemania 2006.
En aquella ocasión, Mendoza –recordado por ser evidentemente zurdo– falló por no definir con la pierna derecha y empeñarse en hacerlo con la izquierda hasta el final, pese a que ello aniquilaba la inmediatez que requería la definición de la jugada. Más allá de la destrucción mediática que afrontó el futbolista, muchas voces señalaron que el problema de fondo fue que, durante su formación, nunca se le exigió el dominio del perfil diestro.
“Cuando una misma jugada o regate se ha hecho muchas veces deja de ser una conducta dirigida por el pensamiento y la voluntad y pasa a ser una conducta refleja u automática”, había dicho Morgado en el artículo citado al inicio de esta nota.
A fin de cuentas, Mendoza fue en parte víctima de un sistema de formación que no lo preparó para reaccionar de forma automática en un escenario con el que podría encontrarse en más de una ocasión.
Un caso distinto es el del también retirado Paolo Maldini, quien se desempeñó a lo largo de su carrera en el sector izquierdo del campo –como lateral y luego central–, pese a ser diestro. El resultado fue que Maldini conducía la pelota con la zurda, al haber asimilado ese requerimiento, adaptándose por completo a esa forma de juego.
Obviamente, las particularidades neurológicas, físicas y genéticas de cada individuo también tienen que ver en ambos casos.
Factores externos
Si ya se abordaron aspectos cognitivos y biológicos propios de cada deportista, es pertinente señalar que los factores externos también influyen psicológicamente en el deportista. De entre ellos está, por ejemplo, la presencia de público, fuente de habitual debate en torno a su importancia.
“Nada de público es malo. Excesiva presión también. Pero todo eso depende mucho de cada jugador, de su propia reactividad emocional y de su personalidad”, sostiene al respecto Ignacio Morgado.
Habrá quienes no puedan recuperarse del impacto de un gol en contra, mientras que otros podrán reponerse más rápido y encontrar soluciones para la situación adversa. Según Morgado, estos últimos tienen mayor inteligencia emocional.
Otros elementos que pueden intervenir son los incentivos económicos, premios o la simple búsqueda de gloria. Un estado físico privilegiado también ayuda a que muchos deportistas se sientan motivados debido a que esto genera confianza en las capacidades propias e incluso cierto sentimiento de “invencibilidad”.
Fuente: Diario El Comercio